Una perspectiva no-antropocéntrica en el trato hacia los animales implica valorarlos por sus propias capacidades de sentir y experimentar, en lugar de considerarlos solo como recursos para los humanos. Esto implica:
Reconocer su subjetividad: Se da importancia a su capacidad de sentir placer, dolor y emociones, no solo su utilidad.
Un trato ético más profundo: Se cuestiona su explotación y se promueve un respeto hacia sus derechos más allá de reducir sufrimiento.
Leyes más estrictas: Las políticas se basarían en sus necesidades y bienestar intrínseco, no en los intereses humanos.
Cambio en el lenguaje y educación: Se enseña a ver a los animales como seres con intereses propios, promoviendo respeto y empatía desde una edad temprana.
Esto conduce a una relación más respetuosa y justa hacia los animales.